
Desde época muy temprana, la clase trabajadora del Valle del Guadalquivir acogió las ideas anarquistas. En Peñaflor, una sociedad anarquista “que contaba con gran número de afiliados” fue descubierta en 1883, siendo detenidos “diez de los principales instigadores”. El local que utilizaban para sus reuniones fue ocupado por la autoridad y se les incautaron “varios reglamentos, listas y otros documentos de interés”, según la noticia recogida en periódicos como El Fígaro y El siglo futuro1.
El anarquismo se introdujo en España en 1868, cuando Giuseppe Fanelli llegó a nuestro país con el cometido de organizar una sección de la Primera Internacional. Fanelli era miembro de la Alianza Internacional de la democracia Socialista, creada por Mijail Bakunin ese mismo año en Ginebra y considerada la primera organización anarquista de la Historia.
Las ideas anarquistas pronto se extendieron por Barcelona y Madrid y, más tarde en Valencia, Galicia y Andalucía, donde arraigaron con fuerza. Precisamente, fue Córdoba la sede en 1872 del III Congreso de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores (FRE-AIT), en el cual se produjo la separación de las dos ramas del socialismo en nuestro país, la marxista y la anarquista, tal y como ocurrió en el Congreso de La Haya de este mismo año. En el teatro Moratín, de Córdoba, se reunieron 46 delegados de toda España, que se alinearon con la nueva internacional anarquista.
La noticia nos traslada a 1883. El gobierno liberal de Sagasta había aprobado la libertad de asociación en 1881, lo que permitió la fundación en Barcelona de la organización legal anarquista Federación de Trabajadores de la Región Española, cuyo II Congreso se celebró en 1882 en Sevilla. Contaba con 57.934 afiliados y su implantación era muy superior a la de las organizaciones marxistas como el PSOE.
Entre 1882 y 1884 estallaron en Andalucía varias revueltas campesinas y la consiguiente represión gubernamental. Además, se responsabilizó a los grupos anarquistas de los sucesos de “La Mano Negra”, a pesar de que afirmaban no tener nada que ver en tales sucesos y las únicas y testimonios que se aportaron resultaros ser falsos. Esto no detuvo el linchamiento mediático ni la represión y 15 jornaleros fueron condenados a muerte (siete de ellos ejecutados en Jerez de la Frontera el 14 de junio de 1884) y otros 500 deportados a las colonias.
Este era el clima político que se vivía en el país y el asalto de las autoridades al local anarquista de Peñaflor y la detención de sus afiliados se enmarca en esta campaña represiva llevada a cabo contra el movimiento obrero. La noticia sobre Peñaflor aparece además en los medios junto a otra referida a los crímenes de La Mano Negra, tal era el interés en identificar a los grupos anarquistas con la organización criminal a pesar de que numerosas personalidades de la época denunciaron que se trataba de un montaje policial e incluso Leopoldo Alas Clarín escribió acerca de las torturas infringidas a los numerosos detenidos.
Hoy, la investigación ha demostrado que La Mano Negra fue más bien un montaje mediático y judicial (el mismo nombre fue inventado por los tabloides) que sirvió de excusa a la represión brutal de los jornaleros andaluces y del movimiento obrero, entre otros el de Peñaflor, Palma del Río y otros pueblos del Valle del Guadalquivir.
Un artículo de Rosa Mª García Naranjo
1 El Fígaro, 30/03/1883, Sección Noticias, pág. 2; El Siglo Futuro, 30/03/1883, Sección Noticias, pág. 3.