
La política cultural de nuestro Ayuntamiento parece diseñada por alguien que dejó de actualizar su agenda en los años 90. Primero, nos deleitaron con un concierto de un ya octagenario Raphael. El mes que viene nos tiene preparados el festival «Regresan los 80» (si es que alguna vez se fueron), que traerá a Palma a grupos como «No me pises que llevo chanclas» y «Los Inhumanos». Y ahora, amenaza con otro evento “retro noventero” con nombres como Rebeca, Ku Minerva y compañía. Más que una programación cultural, esto parece la lista de reproducción de un karaoke con demasiado polvo encima.
Pero si algo deja claro esta gestión es que aquí la modernidad es opcional. Mientras otras ciudades combinan tradición con propuestas actuales, aquí seguimos en modo “rebobinar”. Lo nuevo da miedo, lo diferente incomoda y lo fácil es tirar de archivo, asegurando un público que ya sabe lo que va a escuchar.
Por si la apuesta por el pasado no fuera suficiente, una de las pocas iniciativas culturales ha sido volver a colocar un cartel de los años 60 proclamando que este pueblo es “cuna de grandes toreros”. Porque nada dice “visión de futuro” como rescatar un rótulo casposo de otra época y presentarlo como un hito cultural.
Y luego está el escenario de todos estos eventos «culturales»: una alcazaba almohade del siglo XI que, en lugar de ser protegida y tratada con el respeto que merece, se convierte en el decorado perfecto para aglomeraciones, cubatas y éxitos del pasado a todo volumen. Si las piedras hablaran, probablemente pedirían el indulto.
Al final, más que una programación cultural, esto parece un manifiesto ideológico: conservador en el sentido más literal, donde conservar significa repetir lo de siempre, sin riesgos, sin apertura, sin nada que huela a presente. En fin, si buscaban convertir la cultura en una reliquia, van por buen camino.
En próximas entregas hablaremos sobre la calidad musical del evento y sobre las implicaciones que tiene esta moda retro, que por desgracia no se limita a Palma del Río.
Juan J. Sánchez