¿DEVOLVER LA VIDA AL CENTRO A CUALQUIER PRECIO?

En la conferencia más conmovedora a la que he asistido hasta el día de hoy, José Hierro, El Poeta, hablaba de las etapas de su vida en las que no escribía poesía y lo resumía en algo tan sencillo como: “no lo necesitaba”.
Ciertamente la creación nace de una necesidad, de satisfacer una carencia, de dar cauce a lo que se nos mueve en los adentros y en última instancia de mostrar un poco de nuestro yo, de lo que sabemos hacer que nos hace distintos, de desnudarnos a trozos ante el mundo.
José Hierro a veces no lo necesitaba, Picasso que era un obrero del arte mantenía que la inspiración le tenía que sorprender trabajando; yo, en mi humilde parcela, creo para ocuparme de mis demonios y perdonarme los pecados.
Cada quién es cada cual, cada creador es un mundo en sí, y en estos tiempos de obligado recogimiento la obra y la persona de un ser inclasificable, Frida Khalo se han hecho de nuevo, presentes en mi día a día. Paso el confinamiento con una niña de seis años que vive sumida en una curiosidad constante, en una de estas largas tardes de primavera trasteando entre los libros de arte de su madre, la persona de Frida la ha atraído como un imán a un pedazo de hierro. Ella desde la pureza de la niñez, sin estar mediatizada por la banalización que en los últimos años año ha sufrido El Universo Frida, se ha acercado desde la fascinación de saber que está ante un ser excepcional. Contestando a todas las preguntas que le van surgiendo a la niña y atendiendo a su demanda bibliográfica, yo he vuelto a acercarme a su proceso creador.
Frida, a lo largo de su existencia, sin mediar pandemia como ahora, vivió largos periodos de confinamiento doméstico, mucho de él además amarrada a la cama por la enfermedad. Ella decidió canalizar quién era, por encima de lo que le acontecía, a través de la pintura, y fue tan tan leal consigo misma que su persona, obra y vida las hizo la misma cosa. Frida es TODO. Creó para que el dolor no la amurallase, no fuese el protagonista de sus días y le dio forma. Era Frida en todo lo que hacía, en su dolor también festejaba. Cuando le preguntaban, los que la querían encasillar en el Surrealismo si pintaba sus sueños, ella respondía que pintaba su realidad.
La historia contará nuestros días de encierro y enormes creadores se mirarán hacia dentro como hacía Frida y harán visible su realidad, que será una parte de esta realidad. Otros, parirán lo que les subyace cuando pase la ola y hayan podido hacer la digestión de la comilona.
Y Frida siempre estará en la memoria de los días de confinamiento que pasó junto a su madre una niña de seis años.
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