Primera parte.
El repertorio represivo que desplegaron las fuerzas sublevadas contra el gobierno del Frente Popular durante la II República en julio de 1936, en las ciudades y pueblos que fueron tomando y tras su victoria definitiva, fue tan cruel como variado. A la violencia física, en forma de asesinatos, cárcel, campos de concentración o trabajos forzados, se le sumaron la violencia económica mediante la incautación de bienes a las familias de los condenados -primero muy improvisada, después bajo el auspicio de la Ley de Responsabilidades Políticas- y la violencia psicológica, como el maltrato y la vejación pública (rapado del cabello, ingesta de aceite de ricino y paseo por las calles que algunos falangistas y guardias locales hicieron a algunas mujeres palmeñas). Pero tampoco se puede olvidar la violencia simbólica, pues los vencidos y sus familias, muchas veces compuestas por viudas y con unas localidades llenas de huérfanos (alrededor de 600 en la posguerra de Palma), tuvieron que convivir no solo con liturgias, conmemoraciones y exaltaciones continuas en favor de los vencedores, sino también con la ocupación del espacio urbano con todo tipo de simbología en honor de la victoria, de Franco, de los “caídos” o de los principales represores de su ciudad. Un ejemplo de ello fue la revolución onomástica que se llevó a cabo mediante el cambio de nombre de muchas calles y plazas españolas. Su objetivo formaba parte del afán de limpieza política que comenzó el mismo día de la sublevación y que en Palma del Río tuvo su cara más cruel en la ejecución sin juicio previo de cientos de vecinos en aplicación del Bando de Guerra el 27 de agosto de 1936: se trataba de borrar una memoria de cultura obrera y militancia por la igualdad y la libertad (en el socialismo, el anarquismo, el comunismo o, simplemente, en los valores democráticos) y sustituirla por el culto a los héroes de la dictadura y a los mártires de su sueño nacional-católico.
Dicha revolución en el callejero no fue un invento franquista. Atendiendo a la historia contemporánea, la reescritura del espacio simbólico urbano debe inscribirse en un esfuerzo por administrar la memoria de las poblaciones desde el poder, en la que los hechos del pasado se interpretan para legitimar una posición política dominante en el presente. Es por ello que con los cambios de régimen, y especialmente en las revoluciones, el pasado siempre se escribe de nuevo. Por ejemplo, en la Rusia revolucionaria, y en medio de una virulenta lucha simbólica por dirigir el naciente estado soviético, el partido bolchevique se apropió del himno de La Internacional (que fue himno nacional de la URSS hasta 1944), de la memoria de La Comuna y del movimiento obrero del siglo XIX, a la vez que se preocupó desde primera hora por escribir la historia en el espacio público, algo que el propio Lenin llamó “propaganda monumental”. Las masas verían la historia mientras caminaban por la ciudad. Asimismo, el mapa ruso se llenó de topónimos referentes a la tradición revolucionaria administrados desde el poder estatal comunista1.
También en los primeros tiempos de la II República se acometió el cambio de nombre de calles y plazas dentro del proceso secularizador que arrancó con el primer intento de democracia moderna en España y que tenía por objeto dignificar la tradición republicana, basada en las ideas de libertad e igualdad democrática. En Palma, el cambio de nombre de calles se encontró entre las primeras medidas del primer gobierno municipal y a las puertas del verano de 1931 se ordenó tanto el embellecimiento de los jardines del Paseo 14 de abril (actual Paseo Alfonso XIII) como el cambio de algunas calles y plazas con el ánimo de recoger el “sentir popular”. De tal modo, la Plaza de la Constitución (actual Plaza de Andalucía) pasó a denominarse Plaza de la República, la Plaza de Sagasta (actual Plaza de España) Plaza Niceto Alcalá Zamora, la Plaza Cánovas del Castillo (actual Plaza de la Constitución) Plaza de la Libertad, la calle Castillejos (actual calle Castillejo) calle Pablo Iglesias y la calle Calvo de León (actual Portada), calle Pi y Margall2. Con ello, recibían el nombre de políticos de distinta filiación (Alcalá Zamora, Iglesias o Pi y Margall) o de valores e ideales como la Libertad, la República, etc. Otros nombres de afiliación republicana tendrán su rótulo en las calles de Palma en los años del período democrático, como Alejandro Lerroux (calle Gracia), Concepción Arenal (calle Purísima), Julián Besteiro (actual Cuerpo de Cristo), José Nakens (calle San Sebastián) o Mariana Pineda (calle Belén)3.
El dominio reaccionario y represivo que se impuso en Palma del Río a partir del 27 de agosto de 1936 conllevará, como en otras muchas ciudades, un cambio de nombres de calles dirigido a exaltar a los principales instigadores del golpe militar y a los militares que dirigieron el asalto a Palma y la represión de los primeros días, o a la memoria de las víctimas de la violencia de izquierdas que habían prestado su apoyo a los mismos y que habían sido asesinados en las semanas que transcurrieron entre el 18 de julio y el 26 de agosto de aquel trágico verano. Las memorias del movimiento obrero y de la tradición democrática debía de ser aplastada cuanto antes y ya el 4 de septiembre se acordó cambiar el nombre de la plaza del Ayuntamiento (Plaza de la República) para denominarla Plaza del Comandante Baturone, en honor del militar que comandó a las tropas del 26 de agosto y la matanza en el corralón del terrateniente Félix Moreno Ardanuy, la cual superó las 200 muertes. Será “don Félix” quien corra con los gastos de la cruz de homenaje a los “caídos” que se colocará en dicha plaza una vez terminada la guerra, la cual se trasladará posteriormente a la muralla.
Desde las primeras semanas, la Comisión Gestora arregló algunas calles y recuperó rótulos arrancados en el período de control del Comité. El 26 de septiembre de 1936 un telegrama del gobernador civil apremiaba a cambiar aquellos nombres de calles que tuvieran un nombre “marxista o de izquierdas”, cambiándolo por el más antiguo o consultando con el mando militar los casos especiales.
Fuente: Archivo Municipal de Palma del Río (A.M.P.R.). Series Facticias
De modo que, durante aquel otoño, el centro del pueblo empezó a llenarse de los nombres de los militares que estuvieron en el mando de la guerra y de la represión en el territorio, como Queipo de Llano (calle Portada), Coronel Cascajo (actual Blas Infante) o la plaza dedicada al General Sanjurjo (actual Plaza de España); la plaza de la Libertad pasó a denominarse del General Franco, mientras que los grupos escolares Joaquín Costa pasaron a llamarse Primo de Rivera4.
Ya en febrero de 1937, el mismo mes que se acometió la exhumación y entierro de las víctimas de derecha, se encargó a la empresa Hijos de Ramos Rejano de Sevilla (del ceramista palmeño Manuel Ramos Rejano, que elaboró rótulos y azulejos) un total de 23 rótulos por valor de 700 pesetas, en honor a los asesinados en el periodo del Comité de Defensa y a los que se sumarían otros que fueron muriendo en el transcurso de la guerra.
Fuente: A.M.P.R. Series Facticias
La actual calle Feria pasó a denominarse José Antonio Primo de Rivera y, entre los encargos, se encontraba el de la calle de Los Mártires (calle Ancha), en cuya cabecera el ayuntamiento insistió en que se inscribiera lo siguiente:
“Ofrecieron su vida por Dios y por la patria, siendo asesinados por las hordas marxistas desde el día 18 de julio al 26 de agosto de 1936 en que el Ejército salvador de España libertó la Ciudad del dominio rojo”.
Cabe recordar que buena parte de aquellos “mártires” eran personas en su mayoría militantes de Falange Española y de las JONS que habían ofrecido su apoyo y servicio al golpe militar personándose en el cuartel de la Guardia Civil cuando se tuvo noticia de aquel, siendo arrestados tras la toma del mismo por parte del Comité de Defensa de la República y asesinados por milicianos en los márgenes del control de esta, en un contexto de desesperación (muchos venían de ver lo que hacían las tropas rebeldes a su entrada en los pueblos con el apoyo de los militantes de derecha locales) que no hubiese tenido lugar si el golpe militar al que apoyaron no se hubiera producido. En el caso del Párroco Juan Navas, que encabezó los fusilamientos del 15 de agosto, era conocida su condición de cura refractario hacia las medidas secularizadoras y democratizadoras de la República, al usar el púlpito de la Asunción para clamar contra los gobiernos reformistas de aquellos años5.
Durante la guerra y en los años de dictadura, muchas de las víctimas de la violencia de izquierdas tuvieron un rótulo de los que sobrevivieron León Benítez, el propio Párroco Juan Navas o Hermanos Romero, así como otros soldados o falangistas muertos en el frente durante la contienda, como la calle Ruiz y Navarro (actual calle Sánchez) o calle Antonio González Villalba (actual Pastores). También la calle García Hernández (actual calle Nueva) tornará su nombre en calle Écija en honor de la columna falangista ecijana que participó en el asalto de la ciudad, que también contará con sus azulejos honoríficos. Otros nombres de víctimas verán su nombre rotulado a lo largo del franquismo, como el de Blanca de Lucía en 1961 (actual Presbítero José Rodríguez), y la violencia simbólica se siguió perpetuando en nombres como avenida del Generalísimo (la entrada por la venta del Gallo, actual avenida María Auxiliadora). También recibirá nombre de calle (1973) el conocido canónigo Carlos Sánchez6, quien dirigió el Auxilio Social tras la guerra y había colaborado con la represión informando sobre los maestros de la localidad en sus procesos de depuración en calidad de presidente del comité de Instrucción Pública. Así, sobre la maestra Carmen Mejías Molina declaró que “…parece ser que tuvo al menos alguna simpatía con los ayuntamientos marxistas, ¿por razón de su cargo?… ¿por las circunstancias?… Hizo sufrir mucho a las Maestras Católicas, hasta con amenazas” (21 de mayo de 1938)7; sobre el maestro de 23 años Juan de Miguel Budía, dado por fusilado y sindicado en la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, indicó que “se dedicaba a hacer propaganda comunista”8, cumpliendo así el canónigo con sus deberes de informante ante las comisiones depurativas.
1Edgar STRAEHLE, “La Revolucion Rusa y la Comuna de París. La ambivalente presencia de la memoria revolucionaria”, Lo Sguardo – Rivista di Filosofía, nº 29, 2019, pp. 185-209.
2Joaquín de ALBA CARMONA y Juan Antonio ZAMORA CARO, La II República en Palma del Río 1931-1936, Palma del Río, 2008, pp. 101-102.
3Manuel MUÑOZ ROJO, “La Segunda República 1931-1936”, en Manuel MUÑOZ ROJO (dir.), Historia de las calles de Palma del Río, Palma del Río, 2015, pp. 180-186.
4Manuel MUÑOZ ROJO, “La dictadura franquista. Un callejero nacional-católico”, en Manuel MUÑOZ ROJO (dir.), Historia de las calles…, pp. 194-207.
5A.M.P.R., Series Facticias, 340 P.
6A.M.P.R., Libro de Actas del Pleno Municipal, 05/07/1973.
7Archivo General de la Administración (A.G.A.), 32, Expediente de depuración 195, caja 12500, Carmen Mejías Molina.
8A.G.A., 32, Expediente 1, caja 12497, Juan de Miguel Budía.