Para estrenar mi colaboración con Cazarreyes he querido reciclar mi última visita fuera de nuestras fronteras, cumpliendo así con el consejo que siempre le he escuchado a mi madre “niño, hay que aprovecharlo todo”; además así pongo mi granito de arena en recuperar un género que creó la literatura romántica y que poco a poco se está perdiendo: la literatura de viajes. Llevaba ya un tiempo planeando un viaje al país luso, vecino al que hemos dado la espalda de siempre (aunque realmente ellos también han hecho méritos en este sentido, su alianza con Inglaterra es la más antigua del mundo y además tienen refranes como “de Espanha nem bom vento, nem bon casamento”, pero nosotros hemos sido aún más displicentes). Dicho esto, también hay que señalar que el país despierta cada vez mayor interés en España, aunque sea sólo por el boom turístico que está experimentando el país y es que, doy fe, que en los días que estuve en Portugal no dejé de escuchar español allá donde fuere.
En primer lugar, vamos con la cuestión espinosa de los tópicos: es verdad el dicho que dice “más cortés que un portugués”, en general hablan mucho más bajo que los españoles, que nos hacemos de notar allá donde vamos, son más atentos y educados, excepto cuando se ponen al volante. Esto es otro tópico que, desgraciadamente, es real. En las carreteras lusas uno puede ver comportamientos suicidas/homicidas a cada momento. Hay que andar con siete ojos hasta como peatón cuando uno cruza un paso de cebra, pues ni esto se termina de respetar. Y es que parece que toda la agresividad oculta la manifiestan al volante.
En cuanto al “milagro económico” del que tanto hemos oído últimamente, pues “según y cómo”: la recuperación de la economía no ha sido tan espectacular, tal vez se ha recalcado más este repunte porque se ha producido mientras estaba al mando un gobierno de izquierdas. Sin embargo, no ha sido todo un camino de rosas, las políticas sociales no han sido para tirar cohetes y si bien es cierto que han subido los salarios, también es cierto que ha sido el salario mínimo interprofesional y tampoco se ha quedado muy alto. Y es que nuestros vecinos atraviesan unos problemas parecidos a los de España, una subida de los alquileres brutal. Una amiga que trabaja para la Universidad de Lisboa me contó que todo el país pero especialmente la capital está viviendo un proceso de gentrificación muy agresivo, de manera que ha tenido que irse a vivir a 50 kilómetros de la capital, a pesar de tener un buen puesto de trabajo, pues ya no se podía permitir un alquiler allí. Además apuntó que están viviendo una burbuja inmobiliaria y le quitó importancia a la subida de los salarios, como algo que no ha notado el grueso de la población. Por otra parte, el incremento del PIB y la bajada del paro se deben principalmente al boom turístico y ya sabemos por experiencia propia que una economía ligada al turismo no es buena idea a largo plazo, porque es un turismo coyuntural, debido en gran parte a la amenaza que perciben muchos turistas al viajar a países musulmanes. La nota positiva de todo esto es que España al menos está conociendo mejor a su vecino. Como me decía mi amiga, los portugueses siempre se han sentido un tanto despechados contra los españoles, no entienden cómo no les hacemos más caso. Y es verdad que ahí tienen mucha razón, es un país por descubrir, con un montón de potencial. Afortunadamente, esto parece estar cambiando.
Mi viaje comenzó atravesando el Alentejo, la zona más rural de Portugal, donde se producen los mejores vinos y quesos, entre otros productos. No puedo dejar de destacar un pueblo tranquilo que destaca por las bellezas de sus calles y de sus murallas y castillo, se trata de Serpa, muy cerca de Huelva. Atravesando en coche este paisaje agreste, un amigo y compañero de viaje que por circunstancias personales viaja semanalmente a un pueblo de la frontera, me contó que muchos trabajadores del campo se pasan a Portugal a echar la campaña allí, pues los jornales se pagan mejor que en España. Últimamente hace falta mucha mano de obra porque hay un boom de los olivos de cultivo intensivo, que se plantan muy cerca unos de otros y empiezan a producir a los pocos años de plantados.
El objetivo último de mi viaje, aparte de beber todo el café portugués que me diera tiempo los días que estuviese allí, era visitar la localidad de Sintra, un sitio muy especial, tanto por los palacios de cuento que se hallan en él, como por contar con un microclima propio: nublado, umbrío, ventoso y húmedo. Mi amiga portuguesa me contó que hay un montón de leyendas y de relatos de fantasmas con ese escenario, incluso hay una especie de culto new age que afirma que hay energías especiales allí. Lo cierto es que soy bastante escéptico, pero hay algo único allí. Tenía muchas ganas de ver especialmente la torre invertida o pozo que se encuentra en la Quinta da Regaleira, un sitio cargado de símbolos masónicos y que es una especie de metáfora arquitéctonica. Pensaba que era una especie de turismo exótico y raruno, pero se ve que ha corrido la voz, porque el sitio estaba hasta la bola de gente. La verdad es que la marabunta de turistas le resta bastante encanto a un sitio así, pero qué le vamos a hacer, al fin y al cabo yo era un turista más. En el Palacio da Pena (significa “pluma” en portugués) me ocurrió tres cuartos de lo mismo, además la visita era guiada y casi que no te podías parar a disfrutar de los detalles de la decoración kitsch que se gastaba la decimonónica familia real portuguesa. Aún así, la visita merece la pena con creces.
En fin, que más se puede añadir, las similitudes y diferencias entre nuestros vecinos son palpables. Históricamente parecen vidas paralelas: ellos tuvieron a Salazar y sus “tres efes” (Fatima, Futebol y Fado), la Revolución de los Claveles (que para un servidor fue mucho más interesante que nuestra Transición), entraron en la CEE en 1986 como nosotros. Si nuestra machachada perrea a ritmo de reggaeton, la suya se menea a ritmo de kizomba, etc, etc. De todas formas tenemos algunas cosas que aprender de nuestros vecinos, así a bote pronto, por ejemplo, se me ocurre que deberíamos incorporar más sopas a nuestra dieta diaria, no hace falta hablar a voces siempre que nos juntamos más de dos compatriotas o no sé, que nos llevan un ventajón con eso de ser una república desde hace tanto tiempo.
Por último les dejo con un tema que resume muy bien las relaciones hispano-lusas.
Bla: Yo soy como Portugal. https://www.youtube.com/watch?v=MN-jsppdSdk
Un artículo de Juan Jesús Sánchez
Añadir que me gusta de los portugueses sus horarios y su apego a los productos de huerta
Antes iba mucho y hace tiempo que no voy, excepto por lo del turismo masivo, me han entrado ganas de volver y ver lugares que no conozco, que son muchos y sabiendo mis gustos sospecho que menos masificados. En cuanto a patrimonio medieval y antiguo si tiene más similitud con España, ruinas Romanas como por ejemplo el acueducto de Elvas, ciudad que alberga también una fortaleza mas moderna de diseño Español. Portugal también fue en la edad media el teatro de operaciones de la gran guerra en la que se impuso en sus tierras abderraman primero de Damasco contra los Abásidas de Bagdad y desembocó en el Emirato y futuro Califato de Cordoba. Perdona por el tan largo comentario pero me has inspirado con el tema, sigue viajando y relatando amigo.