En Cazarreyes nos tomamos las cosas con calma, estamos a favor de sopesar los argumentos y no hablar ni a tontas ni a locas. Es por ello, que traemos a la palestra un tema que no es precisamente de actualidad: el diseño de la flamante Plaza Mayor de Andalucía, que quedó inaugurada en el año 2015.
En estos cinco años ha dado tiempo de comprobar los pros y los contras de este diseño, que se corresponde casi enteramente como con lo que se conoce en arquitectura como “plaza dura”. Es decir, un lugar donde predominan claramente los adoquines y la presencia de la vegetación no pasa de ser testimonial.
Como lo cortés no quita lo valiente y no es nuestra intención hacer sangre (gratuitamente) empezaremos con las ventajas de esta remodelación: en primer lugar y, como es lógico, queda un espacio diáfano y lleno de luz, que permite que se puedan ver todas las fachadas de los edificios. Por otro lado, también queda un espacio abierto ideal para hacer espectáculos, como ha quedado claro, por ejemplo, en las fiestas de Nochevieja. Otro acierto ha sido instalar una fuente donde beber y unos juegos de agua, y es que este elemento siempre hace más habitable los espacios públicos. Por último, pero no menos importante, la principal ventaja de la peatonalización de la zona ha sido que los niños pueden expandirse allí y correr libremente, desfogando energías para regocijo de sus padres, que además pueden vigilarlos tranquilamente, pues no hay ningún lugar donde ocultarse a sus miradas.
Bienvenidos al desierto de lo real
Es cierto que esta intervención ha recuperado en gran parte el uso público de este espacio urbano, que hasta hace poco se usaba mayormente para la circulación y el aparcamiento de vehículos.
Hasta aquí lo bueno, ahora, vamos a desgranar los inconvenientes. El primero y más evidente es que no han tenido en cuenta las circunstancias metereológicas de Palma del Río. El sol de verano es inclemente y además esta estación cada vez se hace más larga, de forma que las temperaturas empiezan a subir peligrosamente en mayo y se extienden hasta finales de septiembre, incluso algunas veces se prolongan más. Está claro que una plaza donde todo el suelo es de granito (que absorbe el calor) y donde no hay vegetación que preste sombra y frescor, se convierte en inhabitable durante seis meses (es cierto que se instala un toldo gigantesco en verano, pero poca protección ante el sol puede dar a una plaza tan extensa). No deja de ser curioso que hayan arrancado los árboles y setos que se encontraban allí sin aportar razón alguna, pues normalmente se eliminan estos elementos para hacer parking subterráneo, pero este no es el caso (aunque puede ser que lo hayan hecho con vistas a ahorrar en mantenimiento y cuidado de zonas verdes).
Además de hacer que se eleven las temperaturas, la escasez de vegetación y de árboles, aparte de desnaturalizar el espacio hacen que este tenga poco colorido, no en balde se conoce también a este tipo de plazas como “plazas secas”.
La cuestión de fondo tras el modelo urbanístico del que parte esta plaza es que no está pensado para la vida en común y espacio de encuentro del vecindario. Es un modelo de plaza hijo de su tiempo, pensado para promover el paso rápido, las fotos de los turistas y el consumo. Y es que el pueblo es sabio y la mayor apostilla a la plaza que he escuchado es que sería un sitio idóneo para instalar uno o dos bares o restaurantes con veladores para que la gente se pudiese sentar a tomar algo mientras sus críos corretean. Y es que el mismo lugar ha creado esa demanda: al retirar la vegetación y los árboles lo único que nos queda para disfrutar de algo de sombra es en un velador con sombrilla, consumiendo algo a cambio de estar allí, en vez de podernos sentar o tumbar en el césped bajo la sombra de un árbol.
Por otro lado, un espacio tan despejado es ideal para que se puedan apiñar el mayor número de personas para consumir, ya sea sentados en una terraza, sean espectáculos (pasacalles, conciertos, etc), sean mercadillos ideales para atraer turistas.
Qué dura era mi plaza
En definitiva, esta plaza no “ha recuperado su trazado tradicional renacentista de gran espacio público”, como asevera la página web del Ayuntamiento, sino que sigue la moda actual de las “plazas duras”, una tendencia que es todo lo opuesto a un espacio de encuentro del vecindario.
La respuesta más fácil a estas críticas es que los padres y los niños se reúnen allí todos los días para pasar el rato, pues bien, esto más bien lo que prueba es la enorme carencia de espacios públicos apartados de la circulación que existe en nuestra ciudad, especialmente parques y jardines. Además no es que la plaza se haya diseñado con la finalidad específica de ser desagradable y hosca para los usuarios, simplemente es que se diseñó siguiendo parcialmente esa (infame) moda, que ahora parece que está felizmente en retroceso.
En conclusión, una plaza debería tener en cuenta las necesidades de (toda) la población donde se ubica, haciéndola más apetecible y más apta para la vida en común, no estar enfocada solamente en fomentar el turismo y el consumo.
Un artículo de Juan J. Sánchez