I
Lloran en silencio los olmos viejos,
los álamos blancos,
las higueras huérfanas,
en la orilla verde
de un río cualquiera.
Y las encinas,
hacían caer las tiernas
bellotas de sus ramas a su paso.
Los pájaro cantaban, cálido,
el lenguaje de la música.
Sanlúcar y Tartessos
aún no existían,
apenas era
una vega milenaria…
Trajo el hombre el dinero
y el progreso, y las aguas
se tornaron turbias,
las manos se pusieron
negras, se mancharon
de sangre telúrica.
Se había extinguido
el último esturión del río.
II
Crecerán de sus limos
los verdes tallos
correrán en los arroyos
las aguas limpias.
Mediante la palabra
rescataré del olvido,
su destino incierto,
esto no puede
ser un poema,
sino un manifiesto
en favor de un esturión
en favor de un río entero.
Las flores y animales,
la hierba y el musgo
de los troncos os saludan;
limos azules
de la vega taciturna
corrientes cristalinas,
entrañas de una valle milenario que allí donde estéis os saludan.
Un Poema de Julio Higueras