El presente libro dedicado a la vida y obra de Victoire Léodile Béra Belloteau, quien pasará a la historia con uno de sus múltiples pseudónimos, permite trazar una línea que va desde el auge del socialismo utópico, especialmente del fourierista, hasta La Comuna, con las revoluciones de 1848 y la I Internacional así como con gran parte de los debates teóricos, conflictos internos, vidas represaliadas y exiliadas que marcaron el siglo de las revoluciones. Todo ello a través del compromiso que André Leo mostró en cada uno de esos momentos. Nacida en 1824 en Lusignan, hizo del periodismo un arma de combate justo en el contexto de consolidación de este como ámbito profesional y en el que las mujeres jugaron un papel muy importante (cabe acordarse de George Sand o Caroline Rémy), tal y como por ejemplo pone de relieve el libro Las periodistas de La Fronde publicado por la misma editorial en 2018. De tal modo que escribió infinidad de intervenciones y artículos, de entre los cuales el libro recoge por primera vez en castellano el ensayo “¡Cortemos el cable!”, texto anti-clerical y de defensa del ateísmo que fue el último escrito por su autora. Reunir una obra tan dispersa es ya un importante mérito a destacar.
Siguiendo la dinámica de otros trabajos editados por Ana Muiña (como los que ha dedicado a Rosa Luxemburgo o a Mina Loy), la obra, dentro del cuidado y belleza en la edición a los que nos ha acostumbrado la editorial de La Linterna Sorda, se abre con un amplio estudio a su cargo que repasa la biografía de André Leo a través de esa historia de la revolución que se refleja en su propia vida. Dentro del mismo, tiene una especial relevancia el papel del socialismo utópico, destacando el rescate para la historia de la Asociación falansteriana de Boussac, formada en torno a Pierre Leroux. Con atención muy especial a los acontecimientos de La Comuna como parte central del libro, se destaca el papel de la protagonista como escritora y agitadora, lo cual combinó desde un primer momento con la organización de los cuidados para la población parisina en armas durante el ataque a la revolución. Muchas de aquellas mujeres, organizadoras de la Unión de Mujeres para la Defensa de París, no dudaron en empuñar las armas llegado el caso, como Louise Michel, cuya figura ha eclipsado a otras en aquellos acontecimientos y que no dudó en formar parte del Batallón 61 a la hora de la lucha. Entre tales luchadoras destacaron las petroleras o incendiarias, por tirar prendas impregnadas o botellas llenas de líquidos inflamables desde las ventanas de los barrios obreros parisinos en la defensa de sus calles. A este relato se une el enorme trabajo gráfico del libro, que incluye un amplio conjunto de imágenes (a destacar las fotografías) inéditas o muy difíciles de hallar de esa “otra” Comuna de París que también revolucionó lo cotidiano y que pasó bastante desapercibida para la historia.
En tercer lugar, el libro incluye un breve ensayo de el principal conocedor de la obra de André Leo en España, Luis M. Sáenz, quien ya ha publicado otros textos y traducciones, bajo el título “André Leo siempre decía lo que pensaba”. Y en efecto. Acusó a Marx de “pontífice” y de autoritario, hasta que el alemán denunció ante la propia A.I.T. el periódico La Révolution Sociale que Leo dirigía por entonces y que estaba sustentado por la Alianza Socialista de Bakunin en Ginebra (que se convertiría en el vocero de la federación anarquista del Jura). Con el anarquista ruso no compartió su confianza en una revolución espontánea campesina, sin por ello despreciar el campo y lo que este podía enseñar a la revolución. Como señala su autor, André Leo fue una “mujer a la que ninguna corriente política puede reclamar como suya en exclusiva”. Es lo que tiene haber sido libre.
No cabe duda de que el acontecimiento de La Comuna de París, de la que este año se ha celebrado su 150 aniversario, fue la primera revolución de base proletaria y popular de la historia, aunque no tuvo tiempo de desarrollarse (y por tanto, no podemos saber en qué pudo acabar). Así lo entendieron muchos de sus protagonistas, la alianza que la aplastó y todos los intérpretes de la misma durante los años que le siguieron. Engels y Marx, destacando el título de este La guerra civil en Francia (1871) pusieron el acento en el antagonismo burguesía-proletariado, así como en el análisis de la traición del gobierno francés, en unos textos que fueron de gran importancia para las interpretaciones socialistas del poder político posteriores (especialmente, en Lenin). En un texto escrito en Le Révolté conmemorando su décimo aniversario, Kropotkin subrayó el carácter popular, espontáneo y “canalla” del movimiento, lo cual exasperó y lo volvió imperdonable para la burguesía. Por esos escritos pasaron desapercibidas las mujeres, quienes no tuvieron acceso a los comités dirigentes. No así ocurrió con una de las obras de referencia que describió al detalle las luchas de La Comuna, la Histoire de le Commune de 1871, publicada en Bruselas en 1876 por H. P. O. Lisagaray, que las vivió en primera fila y que situó a mujeres y también niños en el puesto que les correspondía en las barricadas, si bien tenía un carácter más histórico-descriptivo que interpretativo o conmemorativo.
Pero en general, si nos atenemos a la historia que la escribe y a las memorias que la recuerdan, la revolución parece cosa de hombres. No importa mucho si fueron las mujeres las que encabezaron la marcha del movimiento popular que desde París se encaminó a Versalles el 5 de octubre de 1789 para llevarse a las Tullerías a la familia real y a buena parte del gobierno. Tampoco, que la revolución de febrero de 1917 comenzara con manifestaciones encabezadas por ellas en Petrogrado pidiendo pan y el fin de la guerra. En ambas revoluciones pronto fueron apartadas de los puestos de poder a pesar de su importancia y su protagonismo. Posiblemente habría pasado lo mismo si La Comuna de París declarada el 18 de marzo de 1871 hubiera sobrevivido al ataque combinado de los ejércitos prusiano y del gobierno de Francia. Consciente de ello y al observar como se encontraban lejos de los puestos de responsabilidad, André Leo escribía el 8 de mayo: “Una vez más las mujeres no tienen nada que ganar en el futuro inmediato de esta revolución, porque el objetivo actual es la emancipación de los hombres y no de las mujeres”. La Comuna sería aplastada 20 días después, a lo que le siguió una sangrienta matanza, la deportación y para ella, un nuevo exilio.
Álvaro Castro Sánchez.
Publicado originalmente en Óxido Lento, 25 de noviembre de 2021.