
Teófora, citas al poeta: “¿Y a una nación tan clara, tan larga y tan hermosa se le destina un Día? Qué tontos tan modestos somos todos”.
Pero bueno, cualquier pretexto es válido para recordar aquel referéndum del 28 de febrero de 1980, como la reaparición en el panorama político de planteamientos andalucistas y de reivindicación autonómica en el seno de las fuerzas antifranquistas, en su lucha contra la dictadura y después de los intentos descentralizadores del siglo XIX, del primer tercio del siglo XX, y de la problemática socioeconómica en el intento autonomista frustrado de la II República.
Un Día que tuvo como antecedente más inmediato el Manifiesto fundacional de ASA (Alianza Socialista de Andalucía) en 1973, que propugnaba un “poder andaluz”: una organización que abanderó una conciencia andalucista y que terminará siendo defendida por todas las fuerzas políticas y sociales democráticas de entonces.
Unas formaciones que fundamentaban sus reivindicaciones en la “restauración de la democracia y la autonomía”, que las encuestas de opinión de aquellos momentos venían a confirmar: los andaluces defendían el autogobierno como solución a sus problemas sociales y económicos.
Se comenzaron a dibujar, pues, “un clima y una opinión pública favorable a la identificación progresiva entre desarrollo económico, restauración democrática y necesidad autonómica”: es lo que se ha entendido posteriormente como una recuperación de las premisas del Andalucismo Histórico en aquellos momentos.
Igualmente, la historia reciente de Andalucía, la de la Transición, es la historia de la lucha por la autonomía iniciada aquel 4 de diciembre de 1977, que simbolizará el reiterado mantenimiento de las movilizaciones ciudadanas pacíficas como apoyo popular a la autonomía, con la imagen icónica, ya mitificada y recurrente, de una enorme bandera andaluza, como ejemplo de las manifestaciones proautonómicas de aquellos años.
Ya en diciembre de 1978, en el llamado Pacto de Antequera, los principales partidos del arco político andaluz interpretaron esas demandas sociales de autonomía- poco después(1979) lo harían los ayuntamientos andaluces, sobre el 90%, y todas las diputaciones provinciales, cuando se inició el procedimiento constitucional-, señalando la vía del artículo 151 como la vía rápida hacia la autonomía plena.
También, la experiencia del 28-F,- que no se entiende sin el 4-D , con cuyo espíritu participativo y movilizador la opinión pública y los medios de comunicación, presionaron para que las fuerzas políticas desbloqueasen el proceso político originado, que no llegará hasta octubre de 1980-, contribuye a la definición de las vías autonómicas por los artículos 151 y 143; y constituye, asimismo, un antes y un después en la vertebración del Estado, que sirve para lograr nuevas interpretaciones del Título VIII que se acomete con la Constitución de 1978.
Pero me dices, Teófora, que esos cambios no han producido actualmente una convergencia total con otros pueblos del Estado y de Europa. Esto no significa que no los haya habido, insistes, pero continuamos con una “dependencia económica, una subordinación política y una falta de profundización en nuestra identidad histórica y cultural”: un 31% de los andaluces, según una encuesta reciente, consideran que es necesaria mayor autonomía.
Y citas, como un ejemplo del argumentario a la solución, mediante la autonomía, de los problemas de esas fechas-paro, mejora de las infraestructuras y de los servicios sociales entre otros-, que uno de ellos, “incrustado en el ADN histórico andaluz”, como es el de la tierra , “no se resolvió con una reforma agraria, como tema recurrente, sino `modernizando´ e incorporando la agricultura a la economía de mercado; con la emigración de andaluces que salieron de esta tierra para encontrar trabajo en otros lugares de fuera y dentro de España; y con las ayudas al desempleo agrario, compensando rentas, para los que se quedaron”.
Y también, con “un término del lenguaje de los años setenta, sintetizas la situación de aquellos años: subdesarrollo. Y, con otro, la explicas: dependencia. Se creía, afirmas, que el momento histórico de construir un nuevo modelo sociopolítico había llegado. Si la dependencia explicaba el insuficiente desarrollo, la autonomía implicaría el final de la marginación y de la exclusión. Cerraba esta la puerta al relato `fatalista´ del fracaso histórico andaluz”.
Pero, ¿cuál ha sido el resultado de aquel proceso iniciado? ¿qué supone hoy el 28-F? ¿qué nos aporta actualmente a los andaluces? ¿cómo se desarrolló aquella voluntad autonomista? ¿qué queda de aquel espíritu? ¿ qué se ha avanzado y hacia dónde, desde ese 28-f?: “Me dices que solo los pueblos que poseen conciencia de identidad histórica e identidad cultural, y se afirman políticamente, tienen futuro en un mundo de mercado globalizado”.
Además, Teófora, finalizas con el parafraseo de la cita inicial: aquí vive todavía ese pueblo del 28-F y del 4-D; ese pueblo que alcanza una universalidad de vaivén, que hizo la `digestión´ de otras culturas; y las irradió luego, acrecentando el respeto por otros paisajes. Y que, sin embargo, su destino lo confió a acontecimientos sucedidos en Itálica, Córdoba, las Navas de Tolosa, La Rábida, las Alpujarras, Loja, Jerez o Casas Viejas.
Un artículo de Juan Ruíz Valle. Profesor e historiador